Por Susana Mangana ///
En el día de ayer 23 de setiembre comenzó la fiesta grande de los musulmanes; la peregrinación a La Meca conocida como hach. Dos millones de musulmanes devotos visitarán en los próximos días la primera ciudad santa del Islam y cumplirán con los rituales de circunvalar la Kaaba donde se alberga la piedra negra que limpia los pecados, apedrearán al demonio representado por tres pilares que simbolizan los distintos niveles de la tentación en la localidad de Mina, a las afueras de La Meca, y pasarán la noche en meditación y súplica en la llanura de Arafat.
El peregrino debe presentarse a la casa de Alá en un estado de purificación e higiene tanto corporal como mental. Para ello los hombres se atavían con sudarios blancos sin costuras prendidos de alfileres y las mujeres cubriendo su cabello y busto, preferentemente vestidas de riguroso blanco. Curiosamente la Kaaba ya existía previo al nacimiento del profeta Mohamed y su mensaje ya que los musulmanes creen que fue una ofrenda de Abraham a Dios mientras que historiadores occidentales prefieren insistir en la idea de que es un meteorito. Como fuere, era el templo en el que los residentes paganos de La Meca y otros visitantes politeístas adoraban 360 ídolos. Cuando Mohamed entró victorioso en La Meca en el año 630 de la era cristiana mandó destruir los ídolos paganos pero no osó derribar su templo, la Kaaba, lugar en el que ya su abuelo ofició como guardián.
Arabia Saudí, como cada año, se ve inundada durante dos semanas al menos, de peregrinos llegados de todas partes del mundo, lo cual exige medidas de seguridad fuertes, especialmente en la actual coyuntura con una batalla abierta contra el Estado Islámico y una guerra en curso contra su vecino del sur Yemén. Cada año hoteles, restaurantes y hospitales de emergencia son construidos de forma apresurada para albergar a un número cada vez mayor de fieles. Y es que el hach es obligatorio para todo musulmán al menos una vez en la vida, siempre y cuando no exista un impedimento de fuerza mayor o no desatienda sus obligaciones familiares con la excusa de financiar la visita a La Meca.
Sin embargo, la geopolítica no perdona ni las festividades religiosas. Así Irán canceló un importante número de vuelos a Arabia Saudí desde el pasado mes de abril por denuncias de maltrato a sus ciudadanos al arribar al reino árabe. El espíritu de hermandad que se destila entre los peregrinos, exaltados y felices de poder presentar sus respetos en la Kaaba, debiera ser trasladable a la actual crisis de refugiados que sigue llegando a Europa. Son muchos también aquí por casa que se preguntan ¿cómo es posible que los países ricos del Golfo Pérsico, en especial las monarquías árabes, no hayan tendido ya la mano para llevarse refugiados sirios y de otras nacionalidades?
La respuesta es muy sencilla, aunque un tanto decepcionante; Arabia Saudita, Qatar o Kuwait no desean un influjo de refugiados y migrantes que por su etnia o religión pueda ponerlos contra la espada y la pared. Ninguna de las monarquías árabes quiere arriesgarse a llevar refugiados a sus países para que después ejerzan presión y los denuncien o critiquen al no concederles permisos de residencia y ciudadanía a sus hermanos árabes y musulmanes.
Por eso reyes y emires árabes prefieren comprar tiendas de campaña, enviar dinero al exterior a las agencias especializadas pero evitar a toda costa que los desplazados por los conflictos de Siria o Irak soliciten asilo y refugio en sus países. Lo que no se entiende es por qué Europa o Estados Unidos no les exigen que se hagan cargo de una cuota de refugiados, habida cuenta su solvencia económica.
Al término del hach se celebra la Fiesta del Sacrificio, de cuatro días de duración, en la que se debe sacrificar un cordero, reminiscente del cordero pascual y compartirlo con los más necesitados. Así, mientras el reino de Arabia Saudita, custodio de los lugares santos del Islam, se engalana y recibe diligentes peregrinos, un elevado número de sirios o yemeníes siguen huyendo de sus hogares a causa de la destrucción que provocan las guerras sin tregua para buscar consuelo y refugio espiritual no ya en La Meca sino en su propio territorio. ¿No será hora de que el mundo musulmán reflexione cómo actuar para parar esta sin razón? Por ahora, parecería que se inclinan por el dicho: a Dios rogando pero con el mazo dando.
***
Sobre la autora
Susana Mangana, doctora en Estudios Árabes e Islámicos por la Universidad Autónoma de Madrid y MBA por la Universidad Pontificia de Comillas, Madrid, es docente e investigadora en la Universidad Católica del Uruguay y analista de política internacional en medios nacionales e internacionales.
Tiene la palabra
Jueves 24.9.2015