Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti
El 2017 ha sido un año duro. Un año cargado de noticias trágicas. No sería la primera vez que se nos cruza por la cabeza que el año que vivimos ha sido peor que el anterior, más cargado de violencia, de catástrofes naturales, de situaciones dramáticas que cuestionan la fortaleza de principios, valores, tradiciones y costumbres que nos hacen humanos. Fíjense si no lo que han sido las últimas semanas: la masacre de Las Vegas, otra tragedia sin sentido producto de un enajenado que actuó motivado vaya uno a saber por qué razones pero ciertamente con la facilidad que ofrece un sistema laxo de accesos a las armas. Los terremotos que han sacudido México y sembrado destrucción y muerte, otra vez, en aquel país. Los huracanes que devastaron el sureste de Estados Unidos, o que arrasaron a Puerto Rico, que inundaron Cuba, son apenas algunos ejemplos de lo que nos ha tocado ver este año, todos los días, cada día, de forma inmediata, en vivo, “live”, sin anestesia a menos que usted cambie de canal o se aleje de la pantalla de turno.
Es verdad que nos enteramos de más detalles porque hay más vías para llegar a la información, y menos filtros. También es cierto que tenemos todos una filmadora en la mano y entonces acceder a los videos de una masacre a manos de un enfermo, o ver la furia de las olas y los vientos golpeando a una ciudad o país, es algo perfectamente posible, tan realista que nos hace casi sentir que estamos allí, o al menos imaginar cómo sería estarlo.
Vivimos desde el 20 de enero, cuando asumió Donald Trump, entre el tire y afloje permanente de Estados Unidos con una Corea del Norte provocadora, una situación que lleva a algunos a creer, o a insinuar, que el mundo está al borde de una guerra nuclear.
Nada de todo esto es nuevo. Ha pasado a lo largo de la Historia y seguirá pasando. Pero algunas cosas cambiaron.
La inmediatez se combina con la existencia cada vez más frecuente de rumores que terminan revelándose falsos. Cuesta identificar, en un bombardeo de datos, la mayoría irrelevantes, lo que es cierto de lo que no lo es, lo que es relevante de lo que no. Como nunca, este ejercicio depende más del espectador que del proveedor porque nunca tuvo el espectador tantas opciones y la posibilidad cierta de rechazarlas, porque existen alternativas más confiables.
Mucho de lo que ocurre tiene relación directa con el uso que hacemos de los canales de acceso a la información. Los enajenados que atacan multitudes buscan trascender en un mundo mediatizado a ultranza, y planifican sus acciones de modo que el impacto informativo sea el mayor posible, para quedar en la memoria triste de la historia, o para generar el terror que sirve a sus causas, muchas veces, la mayoría, incomprensibles. Indefendibles.
Distinto es el caso de los desastres naturales, que ocurren y muestran escenas que ya hemos visto, ahora repetidas y multiplicadas por la facilidad de acceso a plataformas informativas que antes no teníamos. No es necesario esperar al noticiero de la noche para ver lo que pasó en México. Alcanza con mirar la pantalla del celular para ser testigos. Los huracanes los presenciamos con sendas cuentas regresivas que aumentan la expectativa sobre el desastre que podrían causar al tocar tierra, y por cierto, sobre la desgracia ajena que podríamos presenciar, impotentes pero atentos algunos a compadecerse desde alguna red social para comprar algo de paz espiritual en un mundo que nos sacude día tras día sin que encontremos demasiada explicación.
Es difícil imaginar una época en la que la expectativa del progreso, tecnológico, científico, incluso social con el surgimiento de ciertas tendencias de consumo que alientan un mejor relacionamiento entre los seres humanos, haya coexistido de forma tan explícita con la sensación de que la humanidad transita por un camino oscuro, parte por su propia responsabilidad y parte por obra y gracia de una naturaleza a la que, por cierto, estamos castigando hasta el hartazgo.
¿Qué más veremos en este 2017? Probablemente más de lo mismo, una lista de hechos trágicos que crecerá inexorablemente. Y aunque puede parecernos que las cosas están peor, basta hurgar un poco en la Historia para darse cuenta de que siempre, siempre, es la misma realidad, aunque la veamos de distinta manera.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 05.10.2017
Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Las opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.