Por Ricardo Pascale ///
La Unión Europea otorgó al Reino Unido un plazo: tiene hasta el 31 de octubre para decidir si se queda o se va. Conservadores y Laboristas, no se han puesto de acuerdo frente a los sucesivos y diversos planes para concretar el Brexit. La singularísima circunstancia es, digamos, como si una pareja resolviera suicidarse y permaneciera meses en el pretil sin ponerse de acuerdo en quién salta al vacío y de qué manera. Y, más sorprendente aún, es que da la impresión que los parlamentarios británicos piensan que habrá una manera indolora, un suicidio sin muerte. Y no. Eso es imposible. Será doloroso, en cualquier caso.
Además de rezongos, al Reino Unido se le impusieron condiciones. Una es que tiene que participar el 23 de mayo en las elecciones europeas. Si no lo hace, el 30 de junio será su último día como miembro de la UE y, luego, los 27 países miembros de la UE, trabajarán sin que el Reino Unido participe. Será un miembro formal pero fantasmal, sin participación en reuniones ni, menos, en decisiones.
La asombrosa ausencia de liderazgos políticos, ha logrado poner a la quinta economía mundial _ fuente de tantos liderazgos, en política, economía, filosofía y ciencia_ en un lugar que no se corresponde con su ilustre historia. The Economist señala que “es obvio que Theresa May no está al mando de nada”. Desgastada con los europeos, no lidera su partido ni su propio gabinete y perdió la credibilidad para consensuar con Corbyn, el líder laborista.
El referéndum del Brexit se presentó al público en 2016, con una fuerte y tendenciosa simplificación. Se agrandaron engañosamente los beneficios de irse de la UE y se vendió como un paquete de galletas. No se pensó en las consecuencias políticas y económicas, ni la complejidad del acuerdo de salida. Nos vamos y chau, atrás quedarán responsabilidades y luego quedaremos ligeros de equipaje, libres y livianos…
La explicación habitual del resultado, por cierto no tan holgado, es que la globalización, los cambios tecnológicos y la desindustrialización, ha hecho sentir a mucha gente que se quedaba atrás, abandonada y que, por eso mismo, votan propuestas simplonas y extremas que les prometen la recuperación sin dilemas ni costos, de un pasado idealizado con control de sus países y sobre sus vidas.
El hombre tiene dos velocidades. Una arcaica, de su propia constitución y la de su entorno, que es otra. Ese fue el temor prevalente. Y, claro, el temor puede tener otras aristas, por ejemplo: votantes prósperos, mayores de edad y blancos, se sienten amenazados por el creciente poder de potencias no occidentales y la presencia, cada vez mayor en sus sociedades de minorías no blancas.
Mientras, Irlanda del Norte, donde el Brexit perdió y no quieren salir de la UE, está muy desconforme. Los potenciales problemas, han llevado incluso a Nancy Pelosi, la más relevante vocera demócrata del Congreso estadounidense a visitar Irlanda del Norte esta semana.
En medio de este desorden, las bromas sobre el increíble comportamiento británico son expresivas, especialmente cuando surgen de autoridades políticas y de gobierno. Nathalie Loiseau, ministra francesa de Asuntos Europeos, bautizó a su gato “Brexit”. Comentó la ministra, a Journal du Dimanche, que su gato “me molesta todas las mañanas maullando a muerte, pues quiere salir. Le abro la puerta para que salga y ahí queda indeciso en medio y me mira mal cuando lo saco” Y “le puse Brexit de nombre”.
Fuera “de broma”, la noche de Bruselas, dejó algunas fisuras en el hasta entonces compacto bloque de los 27. En especial entre Macron y Merkel, ésta más permisiva y el francés más duro, preocupado porque no se debilite el bloque. Terminó en una solución de compromiso.
Este encierro del Reino Unido, es llamativo cuando los mejores lideres buscan que su economía sea lo más abierta posible en la era de la tecnología y la globalización. Los talentos no son de aquí ni son de allá, prima la dinámica transfronteriza sobre los prejuicios nacionalistas. En esta línea, por ejemplo, tres indios son CEO de tres importantes compañías en USA, Satya Nadella de Microsoft, Sundar Pichai de Google y Santanu Narayen de Adobe.
El nuevo plazo de salida, erosiona la precaria mayoría del referéndum del Brexit: el tiempo hará que menos sigan apoyándolo y que más exijan un segundo referéndum, las elecciones y/o la salida de May, con su torpe gestión del divorcio. Los jóvenes británicos argumentan, cada vez más fuerte y claro, que cerrarse es un gran retroceso para el Reino Unido.
Desde mi lugar en Uruguay, al que el Brexit podría afectarle su ya compleja inserción en el intercambio comercial global, coincido con el Financial Times: no puede descartarse una tercera prórroga o que, finalmente, con tantas dilaciones, los británicos no salgan de la Unión Europea.
En cualquier caso, parece que una de las lecciones que no pueden ignorarse es que la gestión de líderes débiles, en ausencia de una reacción popular coherente con una sensatez de altas miras, llevará a más torpezas y, con ellas, a mayores problemas políticos y económicos, que perjudicarán al pueblo británico y a la anémica Unión Europea.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 15.04.2019