¿Qué repercusiones tendrá para el sector agroindustrial uruguayo, el triunfo de Mauricio Macri en las elecciones presidenciales argentinas?
El crecimiento fuerte que tuvo el campo en nuestro país en la última década estuvo muy influido por las políticas de los gobiernos Kirchner.
En La Mesa Agropecuaria se analizó lo que ha pasado y lo que puede pasar en los próximos años. Participaron Rosanna Dellazoppa, Juan Balbín, Gabriel Carballal, Guillermo Villa y Santiago Trot.
La Mesa Agropecuaria
Martes 24.11.2015, hora 9.08
EMILIANO COTELO (EC) —”Cuando estornuda Argentina, Uruguay se resfría.” Supongo que habrán escuchado más de una vez esta frase…
Los uruguayos sabemos de sobra que muchas veces lo que ocurre del otro lado del río repercute en nuestro país.
¿Cuántos ejemplos concretos podríamos mencionar, de los buenos y de los malos? El campo, por supuesto, no escapa a esa realidad. De hecho, el crecimiento tan fuerte que ha tenido el sector agroindustrial uruguayo y los cambios que se han dado en este sector en la última década tienen mucho que ver con políticas que se aplicaron en Argentina durante los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández.
¿Qué pasará ahora que se termina el ciclo kirchnerista? ¿Qué nuevos escenarios puede traer el acceso al gobierno de Mauricio Macri, que se impuso en la segunda vuelta el domingo pasado?
Vamos a analizarlo en esta nueva edición de La Mesa Agropecuaria.
ROSANNA DELLAZOPPA (RD) —Nos acompañan Santiago Trot, de la zona de Venado Tuerto, en Argentina, pero que ahora está radicado en Young. Vino a Uruguay en 2010 como gerente comercial de El Tejar. Actualmente integra el directorio de la planta de semillas Latitud, en Young, y asesora a empresas productivas uruguayas, entre otras actividades. Casi un uruguayo más.
EC —Totalmente radicado acá.
SANTIAGO TROT (ST) —Sí, ya instalado por completo con mi familia. Todo bien.
EC —Así que a la Argentina la mirás desde Uruguay, prácticamente.
ST —Sí…
EC —¿Fuiste a votar?
ST —No, no.
EC —¡Ni siquiera a votar!
ST —No, fui a Paysandú a cumplir con la obligación de sellar el documento, pero no fui a votar.
RD —Del otro lado del río está Juan Balbín, expresidente de la Asociación Argentina de Grupos CREA, en la zona centro de Argentina, sur de Santa Fe, este de Córdoba y oeste de Buenos Aires.
Guillermo Villa, integrante del grupo Agro En Perspectiva, que tiene la experiencia de haber compartido con muchos argentinos radicados o que pasaron por su zona de influencia laboral.
Y Gabriel Carballal, que está en Mercedes, integrante del grupo, que ha trabajado con productores y empresarios argentinos y que hoy además es socio de alguno de ellos que se instalaron en Uruguay.
Para ubicar el contexto del cual parte el nuevo gobierno argentino, le pido a cada uno que comencemos con un repaso de los principales elementos que han caracterizado la evolución del agro en Argentina en estos 12 años de administración de Néstor Kirchner primero y de Cristina Fernández después.
Empecemos con los argentinos de la mesa. ¿Cómo lo catalogarían?
JUAN BALBÍN (JB) —Tuvimos como tres quiebres y tres cambios de dirección muy bruscos. Uno fue el cierre de exportaciones de la carne en 2006, otro fue el conflicto del campo en 2008, con lo que significó hacia delante, y el tercero y el más complicado fueron el cepo y el desdoblamiento cambiario. Tuvimos tres hitos en que la política agropecuaria se deterioró y buscó un rumbo cuyas consecuencias estamos viendo hoy.
RD —Cuando decís que la política se deterioró, ¿podés explicar un poquito más eso?
JB —Claramente la competitividad del productor argentino se fue deteriorando por esos motivos, los cierres de exportaciones. Nosotros tenemos algo que cuesta muchísimo explicar en el extranjero y a personas que no están, qué significan los ROE [Registro de Operaciones de Exportación], que son las limitaciones en la exportación. Nosotros no somos libres, hasta el 11 de diciembre, de exportar trigo, maíz o carne, hay cupos y esos cupos los determinan arbitrariamente y en un sentido bastante turbio a veces de cómo y cuándo se puede exportar, no solo maíz y trigo, sino también la carne.
RD —¿Eso puede llegar a destruir a un sector agroexportador?
JB —No, eso nos perjudicó muchísimo como productores. El sector agroexportador, los exportadores en su conjunto se vieron beneficiados porque eso deprimía los precios del mercado de una forma importante y ellos a la larga terminaban exportando con unos márgenes muy satisfactorios.
EC —Cuando decís que ellos terminaban exportando, ¿a quiénes te referís?
JB —Me refiero al sector agroexportador. Las grandes compañías que hacen el trading de cereal en Argentina en trigo y maíz han tenido un mercado muy limitado pero a la vez extremadamente rentable, porque las diferencias de precios entre los FAS [Free Alongside Ship, “franco al costado del buque”] teóricos y el precio que pagaban al productor eran muy importantes.
EC —Veamos otros elementos que caracterizaron a estas políticas en Argentina.
ST —Básicamente el efecto en la quita de la competitividad tiene que ver con una prima de riesgo que ponen a los exportadores para poder cubrir ese riesgo que mitiga los derechos de exportación para poder acceder o no a ellos, por un lado.
Por otro lado, sin lugar a dudas, creo que uno de los lineamientos más fuertes de este gobierno fue la polarización. Desde el conflicto de 2008 fue una relación que fue imposible de llevar adelante y reconstruir, y esos mismos riesgos llevaron a la reducción y a la nueva apuesta del negocio.
RD —¿Hay algunos ejemplos de cifras en lo que tiene que ver con ganadería, agricultura? ¿Cómo reaccionaron uno y otro sector a las medidas?
ST —Las primas de riesgo van muy de la mano con el momento en el que se vive o las perspectivas y expectativas que maneja el exportador para armar ese portfolio de compra, para atender las ventas que tiene realizadas. Se maneja muy muy puntualmente, y desde ese punto de vista es muy difícil encontrar un dato objetivo, porque esa prima de riesgo no es una constante, tiene mucho que ver con las posiciones compradas o vendidas que tengan y en función de eso cómo adquieren esa mercadería.
EC —En resumen, por un lado, tenían en Argentina este factor de los permisos de exportación, complicados, además. En segundo lugar, las retenciones. ¿De qué orden eran estos impuestos a la exportación?
JB —Eran 22 % en trigo, 20 % en maíz y 35 % en soja. Otro de los factores es que estos permisos de exportación siempre se daban tarde y sobreofertaban el mercado. Hemos llegado a tener un carry over de 20 %, 30 % de la producción total al año siguiente. Eso era una espada constante que nos deprimía el mercado, porque siempre sobraba en uno de los dos lugares, que era la compra, sobraba cereal con respecto a los permisos que había. Era muy difícil armar los mercados porque siempre estaban sobreofertados.
EC —También estaba el factor atraso cambiario. Entre 2001 y 2015 los precios internos se multiplicaron por 13 y el dólar por 9,5. ¿Esa ha sido la diferencia?
JB —Sí, el atraso cambiario se dio a partir del 2010 cuando apareció el cepo. Ahí empezamos a correr por dos canales distintos, por un lado estaba el dólar libre y por otro lado el dólar al que estábamos obligados a vender. Esa brecha se fue ampliando en la medida en que el cepo se fue profundizando. Hasta ese momento hubo momentos de dólar bastante competitivo, en 2003, 2004, hasta el 2006 tuvimos un dólar que era competitivo y que nos generaba una oportunidad. Eso se fue deteriorando en la medida que se fue perdiendo el superávit fiscal y de toda la complicación que hubo a partir de 2010 con el cepo.
EC —Otros voceros del sector han hablado de reglas de juego inestables, de una economía volátil y de dificultades para el financiamiento, que son dificultades de Argentina como país para obtener acceso a financiamiento internacional, más problemas con la apertura comercial. Argentina ha avanzado poco en acuerdos bilaterales con otros países.
ST —Sí, y sumado a eso, que no es un tema menor y uno desde acá de Uruguay lo vive, el tema del trigo. La producción argentina atendía gran parte de los requerimientos de trigo de calidad que tenía Brasil, y por este tipo de política ya hace dos años que Brasil accede al mercado americano para conseguir trigo de calidad, cosa que antes era impensada. Para revertir ese tipo de estrategia hay que reposicionarlo y demás, es una ardua tarea que hay por delante.
EC —Guillermo, seguimos con una visión desde acá de esas políticas argentinas vinculadas con el agro argentino.
GUILLERMO VILLA (GV) —Un pequeño comentario: las retracciones como les llamamos nosotros, las retenciones como les dicen ellos, que es un impuesto aduanero, es un impuesto ciego, grava el valor del grano y no tiene nada que ver con la rentabilidad del productor. Eso fue una situación muy grave, que complicó la situación de los argentinos.
Nosotros por otro lado lo que veíamos en Uruguay cuando iba pasando todo esto era que permanentemente llegaban argentinos a Uruguay, “corridos” por estas desavenencias y la caída de rentabilidad, que aprovechaban la coyuntura que se daba en Uruguay. Primero, los valores de la tierra comparados con los de Argentina eran bastate menores, en Uruguay estábamos con valores de la hectárea cinco, seis, siete veces menores que campos similares en Argentina. Y segundo, teníamos un mercado de granos totalmente transparente, no teníamos retenciones, nos manejábamos directamente con valores de Chicago. A partir de 2003-2004 permanentemente, todos los días, veíamos argentinos que llegaban a preguntar, a interiorizarse en inversiones. Y muchos de ellos se quedaron, se radicaron y compraron campo y hoy están todavía en Uruguay.
GABRIEL CARBALLAL (GC) —Para complementar lo que dice Guillermo, tenemos que pensar en qué situación se encontraba Uruguay en ese momento en que empezó a venir el “malón” de argentinos. Uruguay en el 99 tuvo una seca muy importante que hizo que los productores nos transformáramos de agrícolas –en esta zona específicamente– en ganaderos, con una inversión muy grande en pasturas, y en 2001 nos agarró la aftosa. Entonces el kilo de carne pasó a valer la mitad de la noche a la mañana.
Eso sumado a que en 2002 arrancó la crisis regional que nos terminó de tumbar porque nos generó un crédito o inaccesible o muy caro, el financiamiento se vuelve inaccesible o muy caro, entonces nos encontramos a fines de 2002, 2003 en una situación en la que todo lo veíamos muy negro. En cambio en Argentina, más allá de que estaban pasando por una situación muy similar, incluso con secuestros, con saqueos, con una situación bastante complicada, el Ministerio de Economía decide congelar las deudas, cuando aún existía la convertibilidad, y la devaluación posterior –que fue de 300 %, el dólar pasa de valer un peso a valer tres pesos– hace que en ese año específico la rentabilidad del sector agropecuario sea enorme, porque ellos plantaron con un costo y cosecharon con tres veces menos costo y tres veces más valor del producto.
Entonces se da el ingreso a Uruguay. Ojo, los argentinos no solo vienen a Uruguay, van a Brasil, a Paraguay, van a Bolivia también. Pero Uruguay les quedaba muy cerca, a cuatro, cinco horas de viaje, y con valores de la tierra hasta 8 y 10 veces menores y con el productor uruguayo muy golpeado. Entonces el ingreso se hace masivo y se facilita muchísimo porque nosotros estábamos pensando en retirarnos, en vender, en salirnos del rubro, y ellos al revés, veían una oportunidad donde nosotros veíamos un desastre.
JB —Esos años fueron muy competitivos, muy interesantes, y en Argentina se genera una enorme competencia por la tierra alquilada. Se expande la frontera, se ingresa en Bolivia, en Paraguay y en Uruguay. Fue una oportunidad para no seguir presionando tanto. Las grandes empresas también van a Brasil y pasan a ser jugadores importantes en Brasil, porque acá la limitante era la relación entre el precio del arrendamiento y el valor de los commodities. También habíamos logrado una competitividad muy interesante en la parte productiva y sobre todo en la parte agrícola. Esa conjunción entre las sojas transgénicas, la posibilidad de ingresar de otros sectores con capital hacia nuestro negocio y la apertura en ese momento, porque teníamos los mercados abiertos, fue un boom que se fue preparando a partir del 96 y explotó no solo con eso sino después con la suba de los precios en Chicago. Eso generó una conjunción de actores y de circunstancias que nos permitieron no solo una renta muy interesante acá, sino también expandir las fronteras. En Argentina también pasaron 6 o 7 millones de hectáreas a la agricultura en esos años.
ST —En el modelo de arrendamiento, que sería el porcentaje más grande de la producción agrícola, tanto en la realidad argentina como lo actual uruguaya, el riesgo del negocio era cada vez más incrementado en función de que subía el valor de la renta en quintales de soja o en dólares, lo cual le metía cada vez más riesgo.
EC —Cuando hablás de renta te referís a…
ST —Al arrendamiento de tierras. Pero indudablemente hubo todo este ciclo de crecimiento y de expansión agrícola fue transfiriendo cada vez más riesgo al productor agropecuario, quitándoselo a los propietarios de la tierra rentistas. Era la realidad que también vivía Argentina en ese momento, porque no solamente había cada vez más riesgo, sino cada vez más demanda financiera para el negocio. Porque los arrendamientos que antes a lo mejor se pagaban a cosecha y demandaban capital de trabajo, porque o subías más el valor del arrendamiento o pagabas anticipado para tratar de ser más competitivo contra la competencia. Eso mismo originó la búsqueda de nuevas fronteras, y Uruguay era una alternativa, porque además de que el valor de la tierra para aquellos que venían a comprarla era más bajo, el valor del arrendamiento era mucho más bajo y con un riesgo mucho más compartido.
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EC —¿Qué implicó esa movida hacia Uruguay más allá de lo que podríamos llamar facturación, movimiento? ¿Que implicó en la práctica, qué trajo ese aluvión argentino?
GV —Primero que nada, los que vinieron a hacer negocios inmobiliarios generó lo que todos sabemos, que los campos fueron subiendo en Uruguay en forma exponencial y multiplicaron su valor por diez. Hoy esta tendencia se está revirtiendo, pero fue lo primero. Lo segundo fue lo que ellos mencionaban en los arrendamientos. Primero los mirábamos, pensábamos que estaban locos, porque empezaban a pagar rentas que para ellos eran baratas pero para nosotros eran absolutamente disparatadas, y máxime que veníamos de años muy duros…
EC —Eso fue una solución para muchos propietarios.
GV —A los propietarios de campo les cambió la vida. Hubo gente que tenía que vender su campo porque su situación económica era acuciante y pudo sacar valores que le permitieron pagar la deuda y salvar capital. Otros vendieron parte de su campo y se salvaron y siguieron operativos…
EC —Y otros arrendaron total o parcialmente.
GV —Exacto. Pero desde el punto de vista de los tenedores de tierra fue un impacto realmente positivo. Los que teníamos que competir con ellos por área primero nos asustamos, dijimos “vamos a esperar que pase el tiempo, porque esto no puede sostenerse”, y después aprendimos a perderles el miedo a muchas cosas y dijimos “los tenemos que seguir porque si no quedamos fuera del negocio”.
Yo personalmente aprendí mucho, aprendimos a trabajar en escala, aprendimos a perderle el miedo a la frontera. Nosotros éramos muy productores de campos propios, de áreas arrendadas pero muy pocas…
EC —¿Y qué pasó? ¿Pasaron a ser productores que arrendaban más lejos, por ejemplo, si era necesario?
GV —Exacto. Siempre los seguimos de atrás. Pero le perdimos el miedo. Y lo otro que cambió mucho al Uruguay fue la venta de servicios. Productores a los que les fue mal económicamente como productores agrícolas se reconvirtieron en vendedores de servicios.
EC —Vendían servicios por ejemplo de siembra, de cosecha.
GV —Exacto, de fumigaciones… Crecer a la velocidad a la que se crecía en el área agrícola en Uruguay era imposible con maquinaria propia. La única forma de tener escala y seguir creciendo es contratando los servicios. Y en eso aprendimos. Yo aprendí muchísimo y hoy es lo que estamos haciendo. A nosotros nos cuesta más que a ellos salir.
GC —Uno de mis socios siempre decía que Argentina había descubierto un rubro nuevo de exportación, que era exportar mercados. Mercados que Argentina tenía cautivos, en los que dominaba –el mercado del trigo, el mercado de la carne, el mercado de la leche–, los exportaba a otros países. Dejaba de producir trigo, dejaba de producir carne, dejaba de producir leche y le regalaba los mercados a, en este caso, a Uruguay. Eso genera un florecimiento de la zona, del interior del país. Basta haber ido al interior hace 20 años y venir hoy para darse cuenta de lo que fue el cambio, para tomar una medida del cambio que se realizó. Y un cambio que básicamente se efectuó 99 % por privados. La inversión, la innovación, el desarrollo logístico que se efectúan es prácticamente todo hecho por privados. El Estado prácticamente no participa en este cúmulo de inversiones; sí participa en la facturación, porque todo este cúmulo de inversiones genera rentas, ganancias que después generan impuestos.
RD —Y también genera las condiciones para que se den las inversiones.
GC —Obviamente la previsibilidad, la situación que vivía el país era un llamador, sin eso no habría venido la cantidad de gente y la cantidad de inversión que vino en ese momento. El impacto fue algo realmente fabuloso en la región.
RD —¿Y aprendizaje en lo que tiene que ver con las formas de trabajo? Yo estuve bastante cerca de eso, me llamó la atención la forma de trabajo en red. Como importación de conocimiento, ¿todo lo que es gestión de empresas y eso no fue algo que se adoptó de forma diferencial?
GC —Sí, creo que la gestión fue el cambio más importante que produjo en las empresas nuestras. Estábamos acostumbrados a trabajar de una forma, que el ingreso de este malón, de este modelo de trabajo nuevo que ingresaba nos hizo cambiar. Se tomaron las cosas buenas de cada modelo y se adaptaron a la zona, porque obviamente Uruguay en comparación con Argentina es muy marginal para la agricultura, pero adaptando esas formas se pudo tomar lo mejor de lo que traían y dentro de lo mejor creo que la gestión, la manera de hacer números, la manera en que se validaban las estrategias fue la ganancia más grande que tuvimos y que tuvieron ellos también.
GV —Graficando lo que dijo Gabriel, hasta la década del 90, sacando el arroz, el 90 % de la inversión en infraestructura de almacenaje de granos correspondía al Plan Nacional de Silos, que se financia con fondos de los productores, pero es una inversión hecha por el Estado. A partir de la década del 90 no hay un metro cúbico de almacenaje más hecho por el Estado, todo es hecho por los emprendimientos privados.
El segundo cambio, que no es menor, es la soja. Hasta el 2000 solamente producíamos grano para vender al mercado interno, exportábamos algún excedente, casi cero, y dependíamos de dos o tres empresas para fijar el precio del trigo. La soja no existía, plantábamos 20.000 hectáreas en todo el país. Hoy estamos arriba del millón, y lo que vino atrás de los argentinos fue el volumen. Se nos abrió la cabeza, dejamos de pensar en el mercado interno y empezamos a venderle al mundo. Y atrás de la inversión argentina vinieron todas las multinacionales de granos, pudimos empezar a venderles el grano a todas estas empresas y se terminó aquel problema de que en un año bueno, en que producíamos mucho, el trigo no valía nada, la soja no valía nada. Se empezó a exportar al mundo.
RD —Juan, ¿cómo viviste el tema de venir de determinadas políticas de Estado en Argentina y la posibilidad de las políticas de Estado uruguayas?
JB —La verdad es que los escucho con una envidia sana. Argentina siguió creciendo, pero lo que se perdió seriamente en el interior fue el desarrollo. Por ejemplo, nosotros estamos estancados desde el año 98 en la misma producción de leche, que se hace cada vez más concentrada. En los últimos siete años hemos perdido un campo por día. Y todos los desarrollos productivos que no fueron relacionados con la soja o con los complejos agrícolas han tenido un retroceso; todo lo que es ganadería y todo lo que es cerdos y pollos. En pollos habíamos tenido un enorme crecimiento y después, por falta de inserción en el mundo de Argentina y por falta de políticas claras en todo lo que significa comercio exterior, perdimos esos mercados. Hoy la industria de pollo está en una situación extremadamente complicada por una falta de competitividad como país, no como empresas. Son empresas extremadamente sofisticadas, pero al no tener un país competitivo a nivel internacional y al no ser serios y respetados, hoy están en una situación muy delicada. Ellos tenían una especie de monopolio con Venezuela, que se está cayendo; creo que ustedes tienen el mismo problema con la leche. Cuando dependemos de un solo mercado y un mercado no transparente sufrimos estas consecuencias.
Uno mira 15 años para atrás y el sector ha pasado un montón de cosas, han pasado un montón de recursos, pero políticas no orientadas hacia el desarrollo del interior han generado que hoy estemos como que pasó el río y quedó poco.
ST —El desarrollo profesional también fue todo un tema. Tanto sea el desarrollo de servicios, de empresas contratistas que brindaban servicios de siembra, cosecha y demás, la profesionalización de ese tipo de empresas también mejoró mucho la calidad productiva. Por otro lado la profesionalización y la demanda que se generó, de las personas que gestionaban estos negocios. Los ingenieros agrónomos estaban abocados a otro tipo de actividades por no tener demanda en el mercado y demás, y eso generó seguramente un mucho mejor nivel de formación de los futuros ingenieros agrónomos en las universidades. No tengo el dato estadístico, pero hubo un cambio significativo, que fue todo un aporte, para tratar de hacer más local el esquema o el modelo productivo que tenía Argentina. Hubo que regionalizarlo y traerlo a la realidad uruguaya, que fue de los primeros errores que se cometieron.
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EC —¿Y ahora qué? ¿Qué va a pasarle a la agroindustria uruguaya cuando cambie el gobierno en la República Argentina, cuando se desmonten buena parte de estas políticas que empujaron hacia Uruguay a inversores, a empresarios del sector?
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EC —Las gremiales de productores en general aguardaban un triunfo de Mauricio Macri. ¿Qué implica, ahora que ese triunfo se concretó, el escenario que imaginan?
JB —Yo desmitificaría el efecto que puede llegar a tener este cambio en la economía global y en los precios internacionales. Me parece que hoy, salvo en soja, en el resto de los mercados no tenemos un peso importante. Por ejemplo, el trigo puede pasar de los 9 o 10 millones que esperamos poder cosechar este año a 15, 17, siendo muy optimistas. Pensando en el balance y todo lo que ha pasado a lo mejor […] el año que viene sí es un año muy bueno. En maíz también va a haber una recuperación importante de volumen, pero eso no mueve en gran medida el péndulo. El gran actor en el comercio mundial estos últimos diez años fue la demanda china, eso generó un escalón de precios, y hoy hemos bajado un escalón de esos precios, pero igual son interesantes.
Hacia futuro, claramente el mercado brasileño va a ser disputado entre Uruguay y Argentina, porque es el mercado natural que tenemos los dos para volcar parte de nuestros excedentes. Y el resto en el mundo. Entre lo que se consume en Argentina y lo que va a consumir Brasil, en el mundo no va a haber más de 5 o 6 millones más dando vueltas producidos por Argentina. Así que tampoco es algo que sea una catástrofe o que vaya a mover los mercados.
RD —La consulta iba más a si les abría alguna luz verde, alguna esperanza, algún cambio de ánimo el hecho de que parte de las medidas que se venían tomando hasta ahora cambien con el gobierno de Macri.
EC —Lo primero, ¿van a cambiar? ¿Qué medidas entienden que van a caer y cuáles van a implantarse?
JB —Claramente las medidas son las soñadas por todo el sector durante estos últimos ocho años y son bastante lógicas. Se sacan las restricciones a las exportaciones y todas las retenciones, menos en soja, porque parte de esa retención está coparticipada en todos los municipios del país y eso generaría algún tema de desfinanciamiento de esos municipios, por eso va a ser paulatino. En el primer golpe se pasa de 35 a 30 y después 5 puntos por año. Eso es lo que se planteó en la campaña y creemos que se va a respetar. Así que las perspectivas son extremadamente satisfactorias y hay una expectativa muy grande de volver a producir, de volver a la rueda.
EC —¿Qué otras medidas se esperan?
RD —Por ejemplo respecto al stock vacuno, los bovinos.
JB —Ahí tenemos una retención de 15 % en las exportaciones, pero no vemos hoy una invasión del mercado con carnes de Argentina. Estamos en un proceso de recuperación de stock, con una demanda ajustada y un consumo interno importante. Vamos a volver a empezar a ser un actor, pero hoy estamos en el puesto 17 en exportación de carne, creo que hasta Bielorrusia nos ha pasado. Así que va a ser algo paulatino, Argentina va a volver a ser un actor importante en el mercado, pero no lo vemos en los próximos años o tan inmediato.
EC —Pero la pregunta era antes que los impactos, qué medidas entienden que va a tomar el gobierno Macri.
JB —Claramente va a sacar las retenciones de todos los cultivos –hasta las economías regionales, tenemos restricciones hasta para vino–, menos soja, que baja de 35 % a 30 % y después 5 % por año. Después se eliminan todas las restricciones de exportación. Son 13 puntos, pero los más importantes son esos. Además se unifica el tipo de cambio, eso también nos da una competitividad importante, porque en este momento no solo tenemos retenciones, sino que liquidamos las exportaciones obligados en un dólar ficticio de 9,50 [pesos argentinos].
EC —¿Qué expectativas tienen en cuanto a la devaluación?
JB —La devaluación en los costos argentinos ya está hecha. Es un tema de transparentar algo que en la realidad se produce. Hoy, al no haber prácticamente acceso al dólar oficial, todo se está rigiendo por el dólar blue. Vemos en un proceso corto, sobre todo por la escasez de reservas que tenemos, una tendencia a que se unifiquen los dólares y a que todas las personas tengan acceso a ese dólar, tanto consumidores como exportadores, en un mercado equilibrado. Vemos el quiebre entre 13 y 15 pesos [argentinos].
EC —¿Qué más?
ST —La unificación del tipo de cambio también va a trasladar un beneficio del negocio directo por una cuestión de que hoy las exportaciones, más allá de las retenciones, se liquidan a otro tipo de cambio, con lo cual es casi como tener una doble retención implícita.
Por otro lado, desde el punto de vista más regional y del efecto sobre los precios, yo coincido, más allá de que creo que el mercado ha venido tomando en estos últimos días el efecto de que Argentina puede estar en condiciones de liberar 20 millones de toneladas de soja en el corto plazo en función de este cambio, con lo cual algún efecto puede llegar a tener. Y está toda la presión de la cosecha norteamericana y demás, lo cual también afecta las condiciones de mercado y de precios. También va a haber algún efecto desde el punto de vista regional por la sobreoferta que ya tiene el mercado por los volúmenes de producción de esta campaña, más las retenciones.
Creo que las medidas van a estar orientadas básicamente a reconstruir la confianza, que es lo que se necesita, porque gran parte del fondeo necesario para salir de esta crisis se puede conseguir con recursos propios. La plata que tiene Argentina fuera del país, más lo que tienen los productores retenido y todo lo demás son ayudas directas y rápidas que pueden estar en la caja para empezar a reactivar todo esto.
RD —¿Van a volver las inversiones a Argentina?
ST —Va a depender mucho de cuánta confianza logre generar. Al sector sin duda, porque pasó crisis muy complejas desde el punto de vista de riesgo político y todo lo demás y el productor argentino sigue yendo para adelante por una cuestión que tiene en la cultura. Entonces ante un cambio de contexto no me llamaría la atención que se redoble la apuesta rápidamente.
JB —Coincido plenamente, creo que el sector está afectado pero no dañado, no está herido de muerte, y claramente la vuelta productiva, sobre todo en los cultivos agrícolas, va a ser muy rápida. Ya en ganadería y lechería va a llevar su tiempo porque es un tema más biológico y que depende de otras variables, pero en estas condiciones y con estos precios internacionales la ecuación da y me parece que la rueda se pone rápidamente en movimiento de vuelta.
EC —¿Las medidas que el gobierno Macri tomaría no están en riesgo por el hecho de que la alianza Cambiemos carece de mayoría en el Congreso? ¿Son medidas que puede tomar simplemente el Poder Ejecutivo?
JB —Sí, claramente, porque son medidas arancelarias que no dependen de una ley. Tanto las medidas impositivas como las fiscales las puede cambiar, no tiene que generar una ley para derogar los ROE, son reglamentaciones de la Secretaría de Comercio. Y las retenciones también.
RD —En Uruguay se ha dicho, un poco en chiste, un poco en serio, que el mejor gobierno que ha tenido el campo uruguayo fue el gobierno K, por la cantidad de beneficios que nos trajo indirectamente. Es triste pero tiene su cuota parte de verdad. ¿Cómo ven entonces el reingreso de un gran competidor, un país con ventajas competitivas importantes en el mundo, sobre todo en agricultura, como desafío para nuestro país, para mirar los aspectos positivos?
GV —Creo que lo que está pasando hoy en la agricultura, que es donde está la mayor inversión argentina en Uruguay, no depende de lo que pasó este fin de semana en Argentina. Hace dos años que venimos con caída de precios internacionales, en estos momentos el sector se encuentra con una rentabilidad negativa. Aunque a Rossana no le guste que lo diga, es la realidad. Las empresas netamente agrícolas vienen con números en rojo en los últimos dos años, en trigo por condiciones de precio y de calidad, y en soja básicamente por precio y un poco por calidad y rendimiento el año pasado.
EC —Eso ya había llevado a un retiro paulatino de inversiones argentinas.
GV —Sí, se fueron. El Tejar, donde trabajaba él, se retiró hace dos años, básicamente por un problema de pérdida de rentabilidad. Empresas uruguayas y argentinas con problemas se venían retirando. La oportunidad de crecimiento en Argentina que se da después de estas elecciones se da en un momento de presión de la rentabilidad en Uruguay. Entonces eso se potencia.
Nosotros estamos convencidos de que hay muchos argentinos que vinieron para quedarse, que hicieron inversiones estructurales en activos fijos como campos, que tomaron la opción de Uruguay como opción de vida. Esos van a seguir aunque la rentabilidad siga baja. Pero el que vino a hacer el negocio y su estadía depende del negocio, ese lamentablemente, si acá no se revierten las condiciones, va a irse. No olvidemos que en fletes, combustibles, servicios y costos de planta de silos somos infinitamente más caros que Argentina. Si a todo eso le agregamos que Argentina potencialmente en la zona núcleo tiene un techo de producción más alto que el nuestro y menores costos […] y recupera condiciones de comercialización iguales a las nuestras, el negocio automáticamente pasa a ser más apetecible allá que acá.
RD —Claro, pero la pregunta era cómo ves la reaparición de un competidor en la zona con productos similares a los nuestros.
GV —No va a ser lo mismo.
RD —¿Positivo o negativo para Uruguay?
GV —Negativo para Uruguay.
EC —Los impactos en Uruguay son de dos tipos: en lo que ocurre con inversiones argentinas en Uruguay, empresas argentinas operando en Uruguay, y por otro lado la competencia en otros mercados que un agro argentino tonificado implique para la producción uruguaya.
GV —En el caso del trigo es clarísimo…
RD —En los mismos mercados.
GV —… si Uruguay va a vender trigo a valores de Chicago, tenemos que dejar de plantar. La expectativa que teníamos en los últimos años era venderle a Brasil lo que antes le vendía Argentina. Cuando Argentina recomponga su oferta, como decía Juan, en 15 millones de toneladas, automáticamente Brasil prefiere el trigo argentino al uruguayo y automáticamente dejaremos de plantar trigo.
GC —Yo tengo un matiz con lo que dice Guillermo, que es que el hecho de que Argentina haya desaparecido del mercado de trigo a nosotros nos jugó un poco en contra, aunque parezca un contrasentido. Porque Uruguay por sí solo a Brasil le abastece un sexto, un séptimo de lo que tiene que importar. Entonces si no nos veíamos acompañados de los argentinos produciendo trigo, tampoco podíamos tener acceso al mercado brasileño con facilidad porque no alcanzaba para la demanda de ellos. Con lo cual creo que el hecho de que Argentina participe de nuevo en el mercado de trigo no sería tan malo para nosotros si logramos tener calidad, si logramos producir un grano apetecible.
La visión mía, entrando más en lo macro, es bastante bipolar. A mediano y largo plazo lo veo como algo muy positivo, no solo por los mercados, sino porque si Argentina se vuelve a insertar en el mundo probablemente nosotros tengamos que seguirla, si no, nos quedaremos bastante afuera de una situación regional que no puede favorecer a uno y ser desfavorable para los otros.
La figura de Macri aparentemente genera una remoción de los cimientos a nivel regional, es una figura de centroderecha, a diferencia de prácticamente todos los gobiernos que tenemos en la región, que son de centroizquierda. La forma de encarar el Mercosur es distinta de lo que venían haciendo Cristina y la mayoría de los gobiernos del resto de los países. Eso lo veo como algo positivo. A corto plazo sí lo veo como algo negativo o más oscuro, porque si un competidor directo se vuelve muy competitivo y nosotros no logramos esa competitividad podemos tener un impacto negativo porque vamos a competir por los mismos mercados, por los mismos clientes y eso nos puede golpear un poco. Pero a mediano y largo pazo lo veo como algo positivo. Quizás la forma de gobernar pueda llegar a influir en la forma en que gobiernan los otros países, cómo va a encarar Brasil su política macroeconómica, cómo la vamos a encarar nosotros, cómo vamos a reaccionar. Está todo por verse.
JB —Creo que el gran desafío que tenemos como países hacia futuro es la inserción en el mundo. Tenemos que hacer un enorme esfuerzo y mirar a nuestros vecinos Chile y Perú, que han entendido el mundo distinto de como lo estamos entendiendo nosotros, sobre todo con el tema del Mercosur. Hay un enorme desafío en cómo insertarnos y cómo generar desarrollo a través de esa inserción en el mundo. No veía –en este cambio sí, claramente, pero no lo veía antes en todo el esquema del Mercosur– que se discutiera cómo el Mercosur se iba a insertar y cómo íbamos a dar ese paso para incorporarnos al mundo. Me parece que eso hacia delante va a definir parte de nuestro negocio, mucho más que si Argentina está o no está, porque son cosas muy circunstanciales o muy puntuales. Me parece que en un equilibrio Argentina va a producir entre 15 y 20 millones de toneladas de trigo y Uruguay tendrá que producir lo que le permitan los números, la competitividad y la calidad. Es un tema que no tenemos que olvidar. Pero nuestro gran desafío hoy es mirar el mercado mundial y ver cómo nos vamos a insertar en ese mercado.
RD —¿Se conoce algo de los perfiles de las personas que van a estar en los gabinetes, por ejemplo en Cancillería, en la Secretaría de Agricultura?
JB —Sí, en estos días, por un tema de estrategias, no se ha dado a conocer, pero se está trabajando muy fuerte. Hay una expectativa muy interesante en el Ministerio de Agricultura, todavía no está la cabeza, pero ya hay un equipo muy interesante trabajando y empezando a pensar.
EC —¿Qué importancia le atribuyen a este anuncio que hizo ayer Macri en cuanto a que piensa designar un equipo económico de seis jerarcas, con lo cual también de hecho está indicando que el ministro de Economía en sí no será un personaje de un alto poder, una figura tan preponderante como en el pasado?
JB —Me parece interesantísimo. Siempre pasaba que las políticas agropecuarias morían en el Ministerio de Economía, que era el que terminaba definiendo las políticas. Si hay una conjunción entre las seis áreas y entre las seis se discute, va a ser mucho más interesante que lo que hemos vivido estos años, que era una bajada de línea de Economía prácticamente sin tener en cuenta al resto de los ministerios.
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EC —El mensaje viene en tono de broma, porque está incluida la palabra ja sobre el final, pero Óscar de Treinta y Tres pregunta: “Conclusión, ¿cuál es? ¿‘Volvé, Cristina’?”.
RD —La idea de esta mesa era informar, tener visiones distintas de lo que está pasando. Más allá de que dijimos que el gobierno kirchnerista nos favoreció, obviamente no es lo que deseamos ni mucho menos para los vecinos. Es una oportunidad para los uruguayos de ponernos las pilas.
EC —Cuando decís que el gobierno de Cristina Fernández o de los Kirchner nos favoreció… favoreció a la agroindustria uruguaya.
RD —Y al país entero, porque en definitiva…
EC —No, al país entero más bien lo perjudicó, lo perjudicó seriamente…
RD —Por otro lado, sí.
EC —… tuvimos los puentes cortados, tuvimos dificultades muy grandes en el turismo, tuvimos problemas para exportarle a la República Argentina. Hubo ventajas y hubo muchos perjuicios para Uruguay de la era kirchnerista. Entonces ahora cuando cambia puede ser que se atenúe un poco ese empuje que el agro uruguayo había vivido, pero por otro lado se van a acomodar otros sectores de la actividad nacional.
RD —Se van a acomodar otros sectores, y creo que lo mejor del empuje es que nos va a obligar al sector a ponernos las pilas para que, mientras se reacomoda la Argentina, aprovechemos para hacer cada vez mejor lo que estamos haciendo.
GV —Es muy perverso pensar que nuestro beneficio pasa por la desgracia ajena.
RD —Exacto, muy mediocre.
GV —Indudablemente, el gobierno de los Kirchner explicó gran parte de lo que pasó en el sector agropecuario, pero creo que no es el deseo de ninguno de nosotros que sufra el pueblo argentino.
GC —Se habló de los mercados, hablamos del tema regional, del efecto del trigo en Brasil y todo lo demás. Creo que gran parte de los desafíos en el corto pazo en Uruguay están más marcados puertas adentro que puertas afuera. Con la caída del área de trigo Uruguay primero tiene que definir si le sirve sembrar trigo o no. Con los problemas de calidad que ha venido teniendo y las mermas que ha tenido el área en los últimos años, la realidad es que Uruguay hace dos años exportaba más del 70 % de la producción y hoy el consumo interno se va a llevar más del 40 % de la producción estimada para esta campaña. En esa perspectiva, creo que hay temas que primero se tienen que resolver internamente cómo se los quiere enfocar. El mercado brasileño demanda trigos que Uruguay eventualmente, dadas las condiciones del año, puede tener o no. ¿A qué mercado de trigo apunta Uruguay? ¿A un trigo de calidad, a un trigo forrajero? Hay definiciones propias internas que todavía están pendientes. A partir de ahí tenemos que empezar a analizar realmente cuál puede ser o no el impacto de Argentina.
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EC —Vamos cerrando entonces, despidiéndonos de quienes han integrado esta Mesa Agropecuaria.
JB —Como reflexión: lo estamos viviendo con Brasil también: no hay nada mejor que que a un vecino le vaya bien.
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Transcripción: María Lila Ltaif
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