Necesitamos inmigración que duplique el mercado interno, dice María desde la audiencia. Y se pregunta: mientras otros países promueven una inmigración selectiva, ¿Uruguay prevé alguna forma de capacitación laboral para que estos nuevos vecinos y la sociedad toda se beneficien con este aporte?
En el súper, los estacionamientos pagos, la veterinaria, e incluso en el ámbito informático, he encontrado personas recién llegadas del norte de América del Sur, sobre todo venezolanos y cubanos. Siempre que puedo, me comunico con ellos y veo que llegaron hace poco y están contentos de vivir en Uruguay.
Pensemos: contentos de trabajar como repartidores en una granjita, estacionando autos y ese tipo de trabajos. Y preguntémonos: ¿cuál será la situación de la que se escaparon para venir a desempeñar esas tareas a nuestro paisito, el desconocido Uruguay? Todos con los que he hablado me han caído bien y ello también contribuye a que piense en ellos… y en nosotros.
En primer lugar, hay dos cosas que están clarísimas. 1) Uruguay necesita gente, mucha gente, unos tres milloncitos más de consumidores, para que empecemos a tomarnos en serio. 2) Pero no necesitamos más limpiavidrios en las esquinas, ni muchachos de la limpieza, ni estacionadores de autos, por la sencilla razón de que esos trabajos pagan poco y lo que pretendemos es una sociedad de bienestar, no otra cosa.
A todos los inmigrantes trabajadores con los que hablo les cuento sobre la UTU, a pesar de que no sé cuáles serían sus posibilidades de asistir a cursos gratuitos para aprender oficios allí.
La cuestión es que deberíamos ver este regalo de inmigración que nos presenta la Historia como una gran oportunidad para el país: deberíamos poder recibir gente que está buscando vivir mejor y darles las condiciones para que efectivamente sea así. Que los inmigrantes se conviertan en electricistas, en cocineros, en pintores, en personas que ganen bien para que, a su vez, contribuyan pagando impuestos a la organización estatal que nos damos los uruguayos, igual que hacemos nosotros. Necesitamos a esta gente y ellos nos necesitan. Beneficiémonos todos.
Este es el momento de levantar las miras y soñar con un mercado interno y estable de, al menos, seis millones de personas. Deseo que aquellos a los que pagamos por administrar el Estado aprovechen esta oportunidad creando los canales para que estos benditos inmigrantes se capaciten en todo tipo de oficios –la UTU es el ejemplo a seguir–. A los administradores les pedimos que administren con visión. La gente que trabaja en los gobiernos de Canadá o Australia no tiene dos cerebros y, sin embargo, estos países seleccionan a sus inmigrantes porque los necesitan capacitados y, si no lo están, no entran. Sin llegar a esos lujos, hay infinidad de medios para conseguir que la permanencia de un extranjero aquí esté condicionada a que se capacite, lo cual redundará en su exclusivo beneficio. Y en el nuestro, como sociedad, porque cada uno de ellos, germen de una familia, se convertirá en un polo generador de riqueza tanto económica como cultural y humana. Es capital humano. No lo perdamos. Nuestros jóvenes capacitados vuelven sus ojos hacia Canadá y Australia; eso es lo que conseguimos, en el mundo de hoy, siendo tres millones.
Yo veo a la actual inmigración como una excelente oportunidad, repito, para fortalecer nuestro mercado interno con gente que, en unos años de permanencia aquí, se capacite y nos haga más fuertes.
No creo en ningún político profesional. Creo en cada uno de nosotros. Somos nosotros los que nos respetamos o no. Pido que pensemos que no debemos perder esta oportunidad de aumentar el número de personas con habilidades requeridas, el número de consumidores, el número de contribuyentes porque, de otra manera, un país con una población de tres millones, entre Argentina y Brasil, no camina.
María Font
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