Prólogo del libro Eduardo Jiménez de Aréchaga, de Alberto Brause Berreta, Artemisa Editores, 2016
Eduardo Jiménez de Aréchaga fue en su tiempo, el más brillante y lúcido abogado de esta Nación, que fuera en buena medida construida por letrados ilustres que moldearon sus instituciones republicanas, fuente de nuestra mayor fuerza y prestigio.
A esa su vocación le acercó el volcán de su temperamento, su disciplinado conocimiento, su sentido patriótico en las horas más difíciles, su responsabilidad y dedicación a sus tareas, sin alejarse nunca del centro de su vida, su familia.
Le conocí mucho y estuve muy cerca de él cuando ocupó el cargo de Ministro del Interior del gobierno del Sr. Pacheco. Recibí de su conducta la enseñanza que me permitió más tarde, como Presidente de la República, enfrentar y resolver en paz situaciones difíciles para nuestra sociedad.
Fue un maestro de conducta, de honestidad y conocimiento y como lo indica su apellido vasco, que significa robledal, fue como los viejos robles, puro, noble y fuerte, al tiempo que protector de su familia, de sus discípulos, de la sociedad, a la que sirvió con dedicación ejemplar.
En su serio trabajo sobre Eduardo Jiménez de Aréchaga, su autor, el Dr. Alberto Brause Berrera, nos lleva de la mano de la familia Aréchaga a lo largo de la vida de nuestro País, de los hechos más destacados en los que ellos, de una forma u otra, participaron.
El primero en llegar fue Juan Guillermo, que a los 27 años de edad, en su carácter de militar español, participó en la Batalla Del Cardal donde fue herido seriamente en su maxilar y paladar. EL ejército inglés lo hizo su prisionero, lo llevaron a Londres y le pusieron una pieza de plata y hasta dientes, que muchos había perdido, y volvió al Uruguay hablando inglés. Vivió y murió en el Cerrito a los 75 años.
Su hijo Justino, el primer Justino, Coronel del ejército revolucionario comandado por Timoteo Aparicio, falleció en la Batalla de Manantiales durante el gobierno del Coronel Lorenzo Batlle y Grau.
La tercera generación dejó las armas y optó por los códigos. Justino Jiménez de Aréchaga, abogado en 1873, muy joven fue nombrado catedrático de Derecho Constitucional, iniciando una carrera jurídica familiar que culmina con Eduardo, el personaje central de este libro, y que continúa con sus hijos y nietos.
El viejo Aréchaga, tal como se le llamaba a este joven profesor, nos dejó sus libros, "La libertad política", "El Poder Legislativo", "Cuestiones de legislación política", que se agregan a sus lecciones en la cátedra.
Se decía por entonces que siendo Intimo amigo de Acevedo Díaz y vinculado a Batlle y Ordoñez, fue en su estudio que se plasmó el acuerdo que en 1903 permitió a votos Blancos, encabezados por el ilustre escritor, conformar la mayoría que hizo Presidente de la República a José Batlle y Ordoñez.
Más tarde llegaron sus hijos, la cuarta generación, Justino Eusebio y Eduardo, ambos abogados, catedráticos de Derecho Constitucional y de Derecho Internacional Privado y Comercial, respectivamente.
Justino Eusebio escribió además importantes trabajos sobre, "La extensión democrática y el régimen parlamentario", "El Poder Ejecutivo y sus Ministros", fue Ministro de Industria de Baile y Ordoñez y Ministro del Interior con el Presidente José Serrato.
Eduardo Jiménez de Aréchaga, además de dictar sus clases nos dejó sus trabajos sobre "Derecho Comercial Marítimo", "Código de Comercio Anotado". Entre los años 1931 y 33 fue Ministro de Instrucción Pública, cargo al que renunció ante la quiebra de las instituciones democráticas en marzo de 1933.
Con Justino Jiménez de Aréchaga, quinta generación, tenemos también al gran profesor de Derecho Constitucional, que nos dejara sus textos sobre "La Teoría del Gobierno", "La Teoría del Estado» y que fue el maestro de todos nosotros en cuanto al manejo del Derecho Constitucional, que participara además en la vida política del País, en la Constitución del 42, como candidato a Presidente de la República más tarde. Los Aréchaga, alcanzaron el máximo nivel de enseñanza, difusión, y respeto de todo el País a los valores morales, tanto como jurídicos, de la. Ley, como base y fundamento de la convivencia pacífica de nuestra sociedad.
Es cuando el libro nos pone en escena a Eduardo Jiménez de Aréchaga, cuya vida el Dr. Brause nos describe con acierto, haciéndonos vivir, con un relato muy objetivo sin sacar ni poner elogios, la inmensa figura jurídica internacional del protagonista de esta obra.
Fue a la Escuela Pública Brasil, que sigue estando en el mismo lugar, y al Liceo Público Juan Zorrilla de San Martín. Era buena la enseñanza pública por entonces. Después de recibirse de Abogado entró a trabajar en Naciones Unidas en 1946 y escribió un primer trabajo "Voting and the Handling of Disputes in the Security Council".
Su interés por el Derecho Internacional nació en él dado que le tocó ser designado en el Comité Interamericano de Defensa durante la segunda guerra mundial. El Dr. Guani, Ministro de Relaciones Exteriores del Uruguay, que había sido Presidente de la Liga de Naciones, cuando llega el acorazado de bolsillo alemán Gral’ Spee al Puerto de Montevideo y demanda amparo para poder restablecer sus heridas de la batalla, designa una comisión marítima para que estudie el tema de su permanencia y Eduardo Jiménez de Aréchaga que fue Sub-Secretario del Comité de Defensa, él mismo cuenta que allí sintió una definida vocación por el Derecho Internacional.