Por Emiliano Cotelo ///
Esta semana política comenzó con un par de noticias muy impactantes.
1) El sábado, el Plenario Nacional del Frente Amplio (FA) se pronunció, por mayoría, en contra de la participación de Uruguay en las negociaciones del TISA (Acuerdo sobre Comercio de Servicios).
2) El lunes, en el Consejo de Ministros el presidente Tabaré Vázquez resolvió que, efectivamente, nuestro país deja de participar en esas reuniones internacionales.
Francamente, yo no tengo una posición tomada sobre ventajas o inconvenientes para Uruguay de lo que hasta ahora se ha venido negociando en estas instancias preparatorias del TISA. Tengo dudas. Pero muchas más dudas, por no decir desconcierto, me genera lo que acaba de ocurrir a nivel político y de gobierno en Uruguay.
¿Es lógico que tomemos una decisión tan tajante, que compromete a todo el país y a las futuras generaciones a largo plazo, simplemente, porque la mayoría dentro del partido oficialista ha logrado recolectar y ordenar una serie de riesgos que podríamos llegar a correr en la hipótesis de que termináramos firmando este acuerdo ?
¿Por qué, por lo menos, no esperamos a la conclusión de las conversaciones y, llegado ese momento, y si la cosa es, efectivamente, tan terrible, entonces sí, nos apartamos? Después de todo, un acuerdo internacional –como sería el TISA– solo puede ser aceptado por Uruguay si el Parlamento le da el visto bueno… ¿No sería razonable que, justamente, este asunto se laudara en el Poder Legislativo, luego de un debate profundo pero que, además, estuviera basado en la realidad de un texto y no en especulaciones sobre lo que algunos creen que va a terminar diciendo?
Pero mis preguntas también van en otras direcciones. ¿Por qué Uruguay desprecia la oportunidad que hasta hoy tenía de jugar un rol protagónico en la fijación de las reglas del mercado internacional de servicios, un sector de peso creciente en nuestra economía? ¿Quién dijo que, por ser un país pequeño, no tenemos espacio para incidir? La historia de la participación de Uruguay en organismos internacionales está llena de ejemplos en sentido contrario…
Pensémoslo de este otro modo. ¿Y si más adelante descubrimos que debemos sumarnos al TISA? En ese caso solo tendremos la opción de aceptar lo que ya estará escrito. ¿Asumirán las autoridades de hoy el error de habernos corrido a un costado permitiendo que las reglas las fijaran otros? Es cierto que este es un gobierno del FA, pero… ¿quién dijo que el Plenario Nacional del FA es “la” institución de nuestro país con la más alta autoridad técnica y política como para resolver en un asunto como este, tan profundo y con impacto tan extendido?
Por supuesto, el FA tiene todo el derecho a expresarse pero… ¿el Poder Ejecutivo no debería escuchar a otras voces? ¿Por qué Vázquez pegó este golpe de timón sin consultar previamente a las empresas y empresarios que sí conocen de comercio internacional de servicios ya que están dedicados a ello y con muy buenos resultados? Ellos señalan con mucho calor que es imprescindible intervenir en estas negociaciones y que al abandonarlas estamos perdiendo una enorme posibilidad de desarrollo y de generación de puestos de trabajo altamente calificados. ¿No deberíamos considerar, por lo menos, sus argumentos?
La Cámara Nacional de Comercio y Servicios sostiene que “menciones tales como que el TISA supone eliminar monopolios, ir contra los servicios públicos, estatización de empresas estatales, o el embargo del patrimonio de innovación de las próximas generaciones, son falsas”. Eso es todo lo contrario a lo que dicen algunos sectores de la izquierda y de los sindicatos. ¿No sería bueno, entonces, analizar un poco más a fondo el tema?
“El mundo cambia a velocidad de vértigo y Uruguay se encuentra inserto en ese mundo veloz y voraz. No tenemos la más mínima opción de aislarnos o permanecer al margen”. Esta advertencia no es mía, sino de Fernando Butazzoni, en su blog de esta semana, donde también se alarma porque acá “las ideas nuevas encuentran (…) impugnaciones de todo tipo. Las propuestas audaces se empantanan. La nostalgia nos domina y el futuro nos espanta”.
Pregunto: ¿Nuestros tomadores de decisiones no estarán razonando con cabeza anticuada? ¿No nos estarán dominando “los viejos vicios”, “los reflejos de otras épocas” y “los orgullos perimidos” de los que habla Butazzoni? ¿No nos estaremos poniendo “viejos” como país?
Esta reflexión mía de hoy está, obviamente, relacionada con una parte de la izquierda, porque su punto de partida es la decisión de marginar al Uruguay del TISA. Pero mi inquietud es más amplia. Varias de estas últimas interrogantes también caben dentro de la oposición, donde con frecuencia veo reacciones tipo espasmo, basadas en esquemas cerrados, temores y prejuicios.
La historia reciente del Uruguay muestra un largo récord de rechazos a cambios y a ideas innovadoras. Los sufrieron presidentes e intendentes de todos los partidos cuando impulsaron iniciativas que se salían de los moldes. Automáticamente se les armaba, en la vereda de enfrente, uno o más lobbies que preparaban listados tremendos de sospechas, peligros y eventuales consecuencias negativas, y se movilizaban a voz en cuello exigiendo que se diera marcha atrás.
¿Es sano que, como sociedad, tengamos el no tan fácil? ¿No nos vendría bien un poco más de audacia y de espíritu emprendedor?
En Primera Persona
Viernes 11.09.2015, hora 08.00