“Yo no voy a comer ahora, no tengo hambre y no me gusta lo que ella hace, estoy cansado de que me diga dónde puedo estar, todo le molesta, parece que la casa es de mentira, sólo usa el living cuando viene gente.
A mí me gusta comer chivitos, asado y acá ella, con ella, sólo comemos orgánicos y ensalada.
¿Papá no se da cuenta? Parece que actuara todo el tiempo y él entra, hace todo el tiempo lo que ella quiere.
Papá no era así. En la heladera nunca hay nada. Sólo compra comida, encima vive enojada porque dice que está cansada.
Ya no aguanto más estar todos acá, siempre hace diferencia por los hijos de ella, nosotros parece que no importamos. Siempre tenemos que acoplarnos y hacer lo que ellos quieren.
Tengo que pedir permiso para invitar amigos, todo es un problema.
Esto no parece que fuera mi casa, todo lo tuvimos que poner como ella quería."
Esta nueva normalidad ha traído distintos escenarios y dinámicas de convivencia. Como por ejemplo en las llamadas familias ensambladas donde separados o divorciados comienzan nuevas relaciones, teniendo uno o ambos miembros de la pareja, uno o varios hijos de uniones anteriores.
Algunos viven en forma estable todos los días, así como otros van cambiando la semana o mes, los días en que están los niños con uno u otro padre o madre.
Este relato nos muestra aspectos de cómo son vividas ciertas nuevas convivencias, donde se dan cambios ya sea de casa, de estatus económico, de costumbres.
Estos niños o adolescentes cambian de barrio, de escuela, de sus lugares habituales de pertenencia, el estilo de vida hace que muchas veces explosión.
En esta convivencia forzada por la pandemia aún más.
Largas jornadas todos juntos con menos intercambio con el mundo externo, ya sea con amigos, con menos deporte.
“Me tienen podrido estos nenes, son unos maleducados, no sé que se creen, se piensa que es su casa y esta es mi casa y la de mi madre, me viene a decir que me levante, ¡que me lo diga mi padre! éste que se cree”
Se hace difícil la convivencia de un adolescente con niños chicos, pequeños con ritmos y costumbres muy diferentes.
Estos ritmos y costumbres diferentes, que traen situaciones de tensión se están viviendo más agudizadas en estos tiempos.
La paciencia, el entendimiento, parecen por momentos perderse fácilmente.
Algunos se encierran en sus cuartos otros tienden a no dialogar, hay que buscar nuevos pactos, porque es más difícil conciliar las diferencias, compartir tareas ser más tolerantes.
¿Cómo encontrar un equilibrio?
No olvidemos que muchos se mudan de casa sintiéndose excluidos sin un lugar claro, como viviendo de paso.
Las historias, los relatos, las costumbres pasadas, no son en común y esto se está poniendo en algunas casas de manifiesto en estos momentos.
Situaciones de desbordes de exigencia para todos o algunos miembros de la familia.
Salen a la luz situaciones de celos entre los hijos de uno u otro de la pareja, reiterando en este último tiempo las consultas por estos temas buscando soluciones o ya con fuertes sentimientos de terminar la relación, separarse.
En este nuevo contexto es necesario no actuar, tratar de pensar. A veces no queda claro que se espera de cada integrante y los chicos son los que más lo sufren.
Historias que se repiten, autoridades o falta de ellas que se exigen. “A mí él no me manda, si fuera mi hijo le doy una”.
Muchas de estas historias venían mal, complicadas y explotan actuándose, te vas, nos vamos todos.
No debemos perder la perspectiva de todas las aristas que se están poniendo en juego como de golpe.
¿Cómo hacer sentir cómodo al hijo de mi pareja? ¿Cómo propiciar el diálogo?
Actividades en común, ya sea juegos de mesa, cocinar, escuchar música, instancias personales con el hijo/a y otros espacios colectivos.
De golpe todo no puede cambiar, lleva tiempo.
Que cada uno puede desplegar sus intereses y necesidades.
Escuchar más allá del discurso verbal. El lenguaje corporal de uno mismo y de los chicos, ¿qué me está diciendo?
Poder dejar de lado por momentos lo que tiene que ver con el orden y la limpieza, ayudarlos a que saque cada uno lo más genuino y propio, sus gustos personales.
Aceptar las diferencias del otro no como algo negativo, sino como algo que puede aportar, enriquecernos.
Desde un nuevo deporte que el otro chico hace, aceptar esa comida que él o ella prefiere.
Va a ser importante ceder e incorporar lo nuevo del otro.
El lugar que se le dé al hijo del otro será fundamental para vivir en armonía
***
Beatriz Angulo para el espacio Voces en la cuarentena de En Perspectiva.
***
Beatriz Angulo es licenciada psicoterapeuta psicoanalítica de AUDEPP.
***
Foto: pxhere