Días de coronavirus

Rostros tapados

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Por Beatriz Angulo //

Soy Beatriz Angulo, licenciada, psicoterapeuta psicoanalítica de Audepp. Trabajo a nivel privado y hospitalario. Hago docencia. Me pueden contactar a la dirección: [email protected].

En este espacio, hoy comparto con ustedes estos minutos para que entre todos podamos comprender cómo pensamos y cómo funciona en cierta forma nuestra mente.

Los invito a cuestionarnos, así como a reflexionar y observar cómo estamos viviendo estos momentos , y estas situaciones cotidianas a las que no estamos acostumbrados.

Circunstancias nuevas no solo para nosotros, sino para todos. Hoy nadie puede decirnos: yo ya viví esto, duró tanto tiempo y actué de tal manera.

Sabemos que nuestros pensamientos, nuestros sueños, el amor, el enojo, las decisiones que tomamos, son producto de nuestra conciencia, pero también y muchas veces olvidada de nuestro inconsciente.

En estas últimas semanas, vengo observando -en amigos, pacientes, en la tele- cómo han cambiado las cosas, los sentimientos, las palabras dichas, los tonos, silencios, las ansiedades, los tiempos, las miradas… son otros.

Esta enfermedad nos muestra el cambio de paradigma en el que dejamos de ser el centro del universo; y que vivimos tratando de no ver que la vida tiene un final.

Parece que el virus denota nuestra fragilidad, no solo personal. También resalta problemas en nuestros vínculos, y trasciende hasta los países.

Esta enfermedad nos afectó la vida, los comportamientos y las costumbres. Hasta hace poco, los tapabocas eran únicamente cosa de oriente o de los médicos, los veíamos muy lejos de nosotros. Pero día a día, el tapabocas es algo que se está, de alguna forma, naturalizando en nosotros.

Esto hace que nuestro rostro, que es con lo que nos comunicamos con el otro, está cambiado, nos queda solamente la mirada, los ojos al descubierto. Algo tan obvio puede, de alguna forma, mostrarnos algo que tiene que ver con conductas más profundas o nuevas.

Me decía una paciente internada que día a día entran a la habitación varias enfermeras en los distintos turnos, y que le costaba reconocer a cada una, y que se había dado cuenta que tenía que reparar y mirar más atentamente a los ojos a cada una de ellas para reconocerlas (tapabocas y guantes, manos y rostro tapados). Manos y rostros, que son los que nos dan nuestra identidad y nos comunican con el otro.

Lo maravilloso de esto es que, de alguna forma, sin darnos cuenta, nuestra mitad del rostro tapado nos “despierta”, nos “mueve” desde otro lugar.

Cuando nos encontramos en la calle con alguien que nos hace un gesto distinto, entrecierra sus ojos, agranda su mirada, como para saludarnos, comunicarnos, para decirnos “acá estoy”, quiere decir que vamos encontrando nuevas oportunidades, por ejemplo, de comunicarnos.

Uno de los problemas que no siempre se ven en estos casos, cuando hablamos de cifras, es que esto que se informa en las noticias de las personas afectadas o fallecidas, tiene nombre y apellido; por lo tanto debemos cuidar y proteger intimidades. Hay detalles personales y familiares que en esos momentos se ven expuestos.

Todo esto que está ocurriendo de alguna forma nos despierta miedo, temor a la muerte pero también a la propia vida, y nos cuestionamos cómo seguir con ella.

Es ahí donde quizá podemos detenernos a pensar que la muerte real, la muerte de un ser querido, nos paraliza, nos asusta. Pero lo que no puede matar son nuestras posibilidades, nuestras potencialidades, esas que si no van a ir empobreciendo nuestras mentes. Es peor, inclusive, que el temor a la muerte mate nuestras posibilidades vivientes y creativas.

Puedes y debes seguir siendo vos, aquel que eras, aquella que eras antes del virus, porque esto no debe paralizarnos, sí en nuestros movimientos, en nuestra distancia física, pero no la distancia amorosa.

Cada uno de nosotros era y sigue siendo alguien muy valioso a pesar del virus.

Debemos reinventarnos, redescubrirnos, celebrar más, hasta lo más insignificante, no dejarnos caer en una rutina perversa.

Tenemos que mantener nuestros recursos internos, pensar y reflexionar, para no dejar de ser nosotros.
Este virus no puede sacarnos nuestra esencia personal, familiar y social.

Recordemos que toda lágrima se mezcla con una sonrisa, es nuestro deber para seguir de pie.

Y recordá, siempre, que no estás solo.

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Emitido en el espacio Voces en la cuarentena de En Perspectiva, miércoles 08.04.2020

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Foto: Trabajadores reparten canastas alimentarias con rostros y manos cubiertas. Crédito: Javier Calvelo / adhocFOTOS

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